Nogales y la frontera internacional

Cada uno de los párrafos siguientes es merecedor de un libro debido a  la extensión que tenemos en información relacionada, aunque debo restringirme y hacer meramente un bosquejo histórico de lo sucedido entonces.

Manuel María Gándara y Gortari
Según vimos en el artículo anterior de esta serie, en 1843 José Elías compraba el rancho Los Nogales. Este era un presagio de las cosas que se avecinaban para la región del actual Norte de Sonora. Ese mismo año concluía el régimen misional en la aún llamada Pimería Alta, y el 18 de abril de 1844 eran vendidos los terrenos de la antigua misión de Tumacácori, incluyendo a la antigua estancia ganadera de Calabazas (actual Río Rico) en $500 a Francisco Aguilar, aunque el verdadero comprador fue Manuel María Gándara, uno de los hombres más poderosos del Sonora de entonces, ya que en total fue 10 veces gobernador del Estado.

Philip St. George Cooke
Pocos años después, durante la guerra estadounidense, una expedición de mormones al mando de Philip St. George Cooke, encontró  una ruta muy fácil desde el Este estadounidense hasta California, pero que estaba situada aún más al sur que la frontera del Tratado de Guadalupe. Seguía el río San Pedro, luego el  río Santa Cruz, pasaba por la curva que hace el río en San Lázaro y, siguiéndolo, llegaba a Tucsón para continuar hasta su confluencia con el río Gila y de allí al río Colorado y California.





El hallazgo de esta ruta hizo pensar a EEUU aprovecharla para construir una vía ferroviaria transcontinental que atravesase a toda esa nación y que no fuera bloqueada por las nieves de invierno.

James Gadsden
Así fue cómo, omitiendo en esta crónica los sucesos intermedios con la ventaja que nos ofrece la retrospectiva, llegó a México el negociador plenipotenciario estadounidense, James Gadsden, quien traía consigo varias ofertas  para adquirir territorio mexicano, las que iban desde la más ambiciosa, que incluía la compra de todo el Norte de México y la cesión de Baja California por 50 millones, hasta la mínima, que incluía únicamente lo necesario para construir la ruta férrea transcontinental a cambio de 15 millones.

Sin embargo, el desempeño de Gadsden en México se complicó porque entonces afloraban pugnas en el congreso estadounidense como anticipación de la Guerra Civil de Estados Unidos, en las que los Estados del Norte intentaban disminuir el poder de los del Sur, ya que si la región sureña estadounidense incrementaba su territorio como consecuencia de una mayor adquisición de territorio mexicano, eso podría inclinar la balanza del poder del conflicto estadounidense en favor de los Estados Sureños.

William Walker
Además, las negociaciones de Gadsden fueron afectadas negativamente por los intentos filibusteros que se daban por entonces, principalmente en Sonora y  Baja California, de los que el reciente caso de William Walker es más que ilustrativo, o bien el posterior de Raousset de Boulbon en Guaymas.

Con estos antecedentes, durante las negociaciones, el representante de México, Manuel Díez de Bonilla, no cedió y dijo que México no permitiría la cesión a Estados Unidos de la península de Baja California  “como requisito sine qua non para la celebración de un tratado,” y que además el Golfo de California debería quedar bajo el control de México, y que México únicamente aceptaría la cesión del mínimo territorio para la construcción del camino que pretendía la nación vecina, “aparte de negarse a hablar de libre comercio” como nos recuerda Patricia Galeana.

Ante esta férrea negativa del representante mexicano, Gadsden se vio obligado a admitir que “México no cedería en nada que bajo la más ligera interpretación pudiera afectar el honor de este país o a su soberanía…” por lo que debió adoptar la compra del menor territorio posible. El 17 de abril, después de mucho debate, el Senado estadounidense votó por 27 votos contra 18 en favor del Tratado, o sea tres votos por debajo de los dos tercios necesarios requeridos para su aprobación, por lo que fue devuelto a ser deliberado en el Congreso. Entonces se presentó una serie de propuestas para reducir en 23.000 km² el territorio a ser adquirido por Estados Unidos, ya que los senadores del Norte se oponían a un incremento de territorio esclavista sureño, y el representante de México ante Washington, Juan N. Almonte, abogó por que se conservara comunicación por tierra entre Baja California y el resto de México, petición que llevó a la curiosa frontera que se ha adoptado precisamente en esta región.

Además, se bajó el precio a pagar, de $15 a $10 millones de dólares. Esta versión fue finalmente aprobada por una votación de 33 contra 12, y Gadsden envió el tratado revisado de nuevo a Santa Anna, quien aceptó los cambios.




Así, la frontera quedó establecida en la región de Nogales viniendo del Este a lo largo del paralelo 31° 20’ Norte, hasta su confluencia con el meridiano 111°, para desde ese punto, en diagonal, dirigirse en línea recta al río Colorado y así conservar la comunicación directa entre Baja California y el resto del país. Únicamente quedaba por delimitar sobre el terreno la frontera misma.

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