Los panteones de Nogales

Son muchos los que creen que el panteón del Rosario fue el primero construido en Nogales, Sonora, pero no fue así.  Hubo otro, de cuando empezaba esta población, situado en las entonces afueras de Nogales. Se encontraba cerca de la esquina de las Calles Ingenieros y Torres, aunque los constantes daños que le causaban las crecientes del arroyo cuyo cauce aún pasa por el lugar, y que era el principal del Nogales de aquellos años, llevaron a que ese camposanto fuera clausurado y reemplazado por el actual panteón del Rosario.

El panteón del Rosario, a su vez, empezó a funcionar con la última década del siglo XIX, aunque eran tan chico el terreno con que contaba que, para 1918, el gobierno del Estado declaró que se encontraba saturado, lo clausuró y reemplazó por el actual de los panteón de los Héroes, cuyo nombre se deriva de que allí se inhumaron los restos de los muertos durante los hechos del 27 de agosto de 1918, por los que esta ciudad recibió el título de heroica.

Sin embargo, ese mismo año de 1918 el Gobernador del Estado, Plutarco Elías Calles, permitió que fueran inhumados en el panteón del Rosario los restos de Gustavo L. Manríquez, su cuñado político (casado con Elodia Chacón Amarillas, hermana de Natalia, esposa de Plutarco Elías Calles), y los de Jesús Gaxiola Lucero, su prima y tía abuela del autor de este artículo, resultó en la eventual reapertura y ampliación del panteón que había sido clausurado.

Pero muchos, muchos años antes, cuando el Europeo todavía no llegaba al actual Sonora, cuando se encontraba en el futuro el surgimiento de esta población, cuando Los Nogales no era aún el nombre del valle, vivían en la cañada no se sabe cuántos indígenas, que tenían la costumbre de enterrar a sus muertos en los lugares más prominentes, sobre las lomas a salvo del arroyo. Así ocurrió, por ejemplo, con un antiguo "cementerio prehispano" ubicado en el actual Nogales, Arizona, en la loma de donde parte la actual carretera que une a Nogales con Tucsón. Se sabe ésto porque en el lugar fueron encontrados en 1900, cuando se excavaban unas zanjas para construir la red de agua potable para la naciente población, alrededor de 75 ollas con restos humanos quemados.

Esto era todo lo que había quedado de un asentamiento indígena que estuvo ubicado sobre el cerrito que recorre la actual calle Crawford, y cuyos habitantes se dedicaban a la siembra de sus alimentos en la porción más plana del valle, o sea desde el actual templo católico de la Purísima Concepción hacia el Norte, hasta parajes hoy desconocidos.

Las culturas prehispanas de esta región
Ya sabemos que esta región donde actualmente se encuentra Nogales fue también frontera durante el mundo prehispano, en su caso lo fue entre las culturas Trincheras ubicada principalmente hacia el Sur, alrededor de la región de Altar, y la Hohokam, situada hacia el Norte, en la porción Sur del actual Estado de Arizona de la unión americana. Por lo tanto, participaba de manifestaciones culturales de ambas culturas.


No haré aquí un recuento general de los panteones prehispanos del actual Nogales, y aunque en la porción sonorense del municipio no se han conservado ni estudiado la mayoría de los sitios que dejaron los antiguos, por otro lado en la porción arizonense sí lo han sido. De esta manera, mencionaré otro antiguo "cementerio" ubicado cerca de donde actualmente se encuentra la iglesia Episcopal de San Andrés, al Norte de Nogales Arizona, en el lugar que fuera conocido durante la Colonia como Las Lagunas y donde hoy encontramos el campo de golf de la ciudad vecina así como las casas de Meadow Hills.

Ahora bien,  cuando intentamos reconstruir los rituales que acompañaban a la muerte, vemos que originalmente los antiguos habitantes de la región inhumaban a sus muertos dentro de la casa y continuaban viviendo en ella, aunque esta costumbre fue reemplazada por la cremación, y ya desde  mediados del siglo XII D. C. los nativos la practicaban en sus dos modalidades, la primaria y la secundaria.

En la cremación primaria se excavaba una fosa en la que se realizaba ésta para después ser cubiertos los restos con tierra; mientras que en la secundaria se recogían las cenizas y  se colocaban dentro de un recipiente, usualmente una olla, que posteriormente se enterraba en otro lugar diferente.

Acompañando a esta última costumbre  también surgieron por entonces los "cementerios," que fueron lugares destinados para enterrar allí a los fallecidos como el que menciono párrafos arriba.  Y no fue sino hasta ya después del contacto con los europeos, tal vez como resultado de la influencia misional, que la costumbre de la cremación fue reemplazada nuevamente por la inhumación.

Ahora bien, regresando al Nogales actual, vemos que la costumbre de la inhumación nuevamente cambia y se regresa a los hábitos de la incineración, dirigida por las circunstancias de nuestra época. Recuerdo que en mi infancia era un anatema escuchar que alguien había sido incinerado después de su fallecimiento. Pero las costumbres nuevamente cambian, ya que actualmente la mayoría de los rituales de la muerte van acompañados de la desaparición física del cuerpo a través de la incineración.

Debo agregar que, acertadamente, el gobierno municipal de Nogales, Sonora, anticipándose a esta creciente costumbre, inauguró hace poco el crematorio municipal, que es otro símbolo más de los acelerados cambios que atestiguamos en nuestra cultura; muestra del pragmatismo de nuestra sociedad, de las transformaciones en nuestros hábitos de trabajar y de socializar, de nuestras maneras de alimentarnos y aún del manejo de los fallecidos; en fin, son necesidades de esta época de enorme crecimiento en población urbana, tiempo que reanuda una práctica que trasciende el dintel entre la vida y la muerte en un retorno a costumbres que aparentemente habían quedado olvidadas en el ayer.

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